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Rentas Aseguradas: ¿Una quimera?

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eLetterFiscalidadHeader730pxEnrique Ruiz Vicepresidente Desarrollo de negocio y Marketing RGA Re International IbericaEscribe: Enrique Ruiz, Vicepresidente, Business Development and Chief marketing Officer, Sucursal España de RGA International Reinsurance Company Ltd.

Según la 2ª Acepción del Diccionario de la Lengua Española (DRAE), quimera es “aquello que se propone a la imaginación como posible o verdadero, no siéndolo”.

El debate sobre el negocio de rentas aseguradas no es nada nuevo; recuerdo haber tenido muchas conversaciones sobre este tema ya desde los inicios de mi carrera profesional. Aunque con matices, todos hemos venido compartiendo una conclusión: “Es necesario vender rentas aseguradas, pero los clientes no entienden el producto y además es un riesgo demasiado alto para nosotros los (re)aseguradores”.

¿Sigue siendo cierto? ¿Estamos ya preparados para diseñar una oferta? ¿Habría un nicho de cliente que ahora sí estaría dispuesto a comprar una renta asegurada? ¿Qué ha cambiado en los últimos tiempos?

Empecemos por la demanda: claramente se ven signos de cambio.

Existe una preocupación creciente tanto en la sociedad española como en la portuguesa por la rebaja de las pensiones públicas. El creciente número de artículos y columnas de opinión que aparecen con mayor frecuencia en los medios de comunicación son una prueba de que el asunto es de gran calado. El debate sobre la sostenibilidad del sistema es irrelevante a estos efectos: pase lo que pase, en lo que hay un consenso unánime es que la pensión que vamos a recibir los que nos jubilemos en el futuro va a ser menor que la que han venido recibiendo aquellos que se jubilaban.

En España, la iniciativa por parte del Ministerio de Empleo y Seguridad Social de informar a los trabajadores mayores de 50 años sobre la expectativa de pensión que le quedará cuando se jubile, será sin duda un factor clave para incrementar la visibilidad de la imperiosa necesidad de ahorrar desde ya mismo, para poder disponer así de un fondo que compense la reducción de la pensión pública.

Por cierto: recordemos que nuestras pensiones públicas están ya en forma de renta asegurada. Por tanto, las rentas aseguradas privadas son seguramente la mejor alternativa para complementar la pensión pública, siendo el único producto que nos protege del riesgo de que, por vivir “demasiado”, en los últimos años de vida nuestros ahorros sean insuficientes para hacer frente a nuestros gastos.

Por otro lado, tanto en España como en Portugal el entorno de tipos excepcionalmente bajos hace posible que la competitividad de las rentas aseguradas frente a otros tipos de inversión/desinversión se haya incrementado notablemente, y en concreto frente a las rentas puramente financieras.

A modo de ejemplo, una renta anual vitalicia, para un individuo de 65 años y prima de 100.000€, calculada a un 2% de tipo de interés, estará en torno a los 2.000€ en el caso de una renta puramente financiera; y en torno a 5.000€ en caso de una renta asegurada. Claro que en el caso de la renta financiera no se consume el capital principal, pero la diferencia de importes es ya tan considerable que a buen seguro que haya un segmento de clientes para el cual sea mucho más atractiva en estos momentos la renta asegurada. Además, según nos dicen los expertos, tendremos que acostumbrarnos a convivir en un mundo de tipos de interés muy bajos durante unos cuantos años, con lo cual es muy probable que veamos durante todavía muchos años este entorno de competitividad entre productos similares.

Me gustaría terminar esta primera parte con una reflexión final referente a la competitividad de los productos de rentas. Tanto el marco fiscal actual como la nueva reforma fiscal que se está tramitando en España incorporan suficientes ventajas para que los productos de rentas empiecen a despegar. Los tipos efectivos de gravamen para una persona que contrata una renta vitalicia puede quedarse, dependiendo de la edad de contratación, en tan sólo un 1.68%, frente al 21% del tipo general de gravamen del ahorro. Adicionalmente, la nueva reforma fiscal para 2015 incorpora en el Proyecto de Ley como novedad la posibilidad de que las personas mayores de 65 años puedan vender su patrimonio (un inmueble, un fondo, una cartera de acciones…) sin tener que tributar por las plusvalías obtenidas de la venta, y hasta un máximo de 240.000 Euros, si se convierte en una renta vitalicia.

Si combinamos los dos efectos fiscales descritos en el párrafo inmediatamente anterior con el efecto de tipos bajos también mencionado anteriormente, la rentabilidad financiero-fiscal de una renta asegurada es, sencillamente, imbatible.

¿Y qué ocurre por la parte de la oferta?

El riesgo de longevidad no puede analizarse de la misma manera que la mayoría de riesgos aseguradores. Sin ánimo de profundizar más de lo que sería apropiado para este artículo, vale la pena señalar que, cuando hablamos de longevidad nos referimos como mínimo a tres tipos de riesgos distintos:

  • Que la tabla seleccionada no refleje correctamente la media de siniestros, esto es, la probabilidad de que se produzca una estimación incorrecta de la experiencia real de supervivencia (Riesgo de Nivel).
  • Que la tabla seleccionada infravalore la mejora de mortalidad, por ejemplo por la aparición de un medicamento que cure una enfermedad grave (Riesgo de Tendencia).
  • Que los importes de rentas pagadas no sean los esperados, aun cumpliéndose otros parámetros; por ejemplo porque los rentistas que más viven sean los que cobran mayor importe de renta (Riesgo de volatilidad).

 

Todos estamos de acuerdo en que la cobertura del riesgo de longevidad es enormemente compleja de valorar y de poner precio, y por tanto pocas entidades estarán en disposición de asumirlo. Si además tenemos que añadir riesgos que vienen muy unidos al de longevidad, como puede ser el de garantizar tipos de interés a largo plazo, la problemática se hace aún mayor si cabe. Complejo sí, pero no quiere decir que no haya soluciones, como veremos a continuación.

A pesar de las dificultades, cuando analizamos países de nuestro entorno, observamos que este negocio empieza a moverse, y que existen alternativas reales y factibles.

En primer lugar me gustaría señalar que, en nuestra experiencia desde RGA Re, no hay “café para todos”; la solución debe diseñarse en función de la que sea el objetivo principal de la aseguradora: ¿Disminuir el requerimiento de capital (SCR) en Solvencia II? ¿Reducir la volatilidad del SCR? ¿Mejorar los ratios de capital? ¿Lanzar un nuevo producto con un mínimo de atractivo? ¿Proteger una cartera de productos existentes? Veamos dos ejemplos.

En cuanto a nuevo negocio, es necesario hablar del Reino Unido, donde las cifras son impresionantes: cada año, alrededor de 420.000 personas compran rentas aseguradas por valor de 14 mil millones de Libras. Si bien el mercado es bien distinto al mercado ibérico, entre otras cosas por la –hasta ahora- obligatoriedad de transformar la mayor parte del ahorro de la jubilación en una renta, lo cierto es que la industria aseguradora ha sido capaz de encontrar un precio donde se cruzan la oferta y la demanda. RGA Re ha suscrito en el último año nuevo negocio de rentas aseguradas por un valor nominal de 95 millones de Libras, para nuestros clientes en este mercado.

Por lo que se refiere a operaciones de reaseguro para proteger una cartera, es decir, productos ya en marcha cuyo riesgo principal es la longevidad, recientemente, RGA Re ha cerrado una operación en Holanda que proporciona protección para una cartera con unas reservas de 12 mil millones de Euros. La operación está realizada muy a medida de las necesidades del cliente, con una duración de seis años.

¿Y existen oportunidades en nuestro mercado ibérico? Efectivamente, un paso fundamental en la toma de decisión para entrar o no en una nueva línea de negocio, es realizar un análisis sobre el tamaño de la oportunidad. Refiriéndome exclusivamente al nuevo negocio que se pueda generar en el plano individual, si hacemos un repaso rápido de los volúmenes de fondos de aquellos productos que están más enfocados a preparar la jubilación, tenemos lo siguiente:

  • En España, la suma de los fondos acumulados entre planes de pensiones individuales
    (PPI), más los Planes Individuales de Ahorro Sistemático (PIAS) y los Planes de Previsión Asegurados (PPA), supera los 80.000 millones de Euros.
  • En Portugal, sólo considerando los populares Planos Poupança Reforma (PPR), existe un patrimonio que está ya por encima de los 12.000 millones de Euros.

La salida natural de todos estos productos sería, al menos en parte, convertirse en rentas aseguradas, puesto que es un ahorro destinado fundamentalmente a la jubilación. Pues bien, si sólo un 5% de estos productos se convirtieran anualmente en rentas aseguradas, estaríamos hablando de unas primas anuales superiores a 4.500 Millones de Euros. ¿No es suficientemente atractivo?

Lo cierto es que las entidades aseguradoras deberían estar muy interesadas en tener una oferta de rentas aseguradas para ser capaces de competir cuando su cliente cobre una prestación en forma de capital y éste decida llevarse su fondo a la competencia, porque quiera transformarlo en una renta asegurada.

Entonces: si ya hay un segmento de la población que tiene incentivos suficientes para su compra; y si hay ya soluciones técnicas para su adecuada cobertura; y si el tamaño de la oportunidad es más que considerable, ¿podemos seguir pensando en las rentas aseguradas como una quimera? ¿No es ya el momento de ponernos manos a la obra?

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