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ASÍ HA VENIDO FUNCIONANDO…, UN PUNTO DE REFLEXIÓN SOBRE EL PAPEL DE LA MUJER

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Pello GorrizEscribe: Pedro María Górriz Unzu, Sociólogo

La guerra es un gran negocio. Tal vez en el pasado tribal, o casi, cuando la victoria suponía un nuevo territorio explotable y esclavos que pusieran el trabajo necesario. Hace tiempo, mucho, que la guerra no pasa de una idiotez trufada de espeluznante sufrimiento individual y colectivo. Pero ahí está. No se puede estar seguro de si se trata de recordarnos el barro original antes del alfarero o, más sencillamente, el aliento de nuestra condición asesina e imbécil, (en el mismo molde de la posibilidad del más entregado amor) al mismo tiempo. Cuatro canallas del negocio, a la llamada del clarín político del patrioterismo más zafio, bastan en un momento para arrastrar a millones de borregos al matadero. Cien años han transcurrido desde el inicio de la llamada inicialmente «Gran Guerra»: muy pocos meses antes del asesinato del Archiduque Fernando en Sarajevo, millones de trabajadores en toda Europa creían que su fe socialista de cuños varios, internacionalista contra los intereses nacionales del gran capital, haría imposible la guerra. Apenas hubo desertores en cualquiera de los países. Lo dicho: como borregos al matadero.

Algunas personas, de los dos sexos, creen que cuando la promoción del femenino alcance poder suficiente en todo el mundo, se extinguirá la guerra. Por ahora al menos, visto lo visto en la materia, da la impresión de que la mujer que llega lo hace en tanto varón: lo mismo en la política que en la empresa.

Paso a una anécdota del llamado efecto mariposa. Recordemos su virtualidad: si una mariposa bate sus alas a tu lado, aquí cerca de tu casa en tu parque, puede ocasionar un tifón arrasador sobre los mares de China y Japón y en sus costas.

Un recuerdo para las sufragistas, adelantadas en gran Bretaña de lo que mucho más tarde sería el vasto y vario movimiento feminista, que llega hasta nuestros días con logros espectaculares, y muchas banderas de lucha tremolando al viento, por su consolidación en los resultados y nuevos objetivos.

Pensemos por un momento: sin la Gran Guerra, poco más que el voto como derecho hubieran logrado. Mientras ésta cocinaba en las trincheras de media Europa millones de hombres jóvenes rebozados en lodo y mierda, las mujeres debieron tomar sus puestos laborales. Para nada resulta necesario que yo les diga que, explotadas a mansalva en las industrias de guerra (y en las otras), probaron sin embargo la manzana de la independencia y vislumbraron un aura de libertad.

Apenas veinte años después de la asombrosa matanza entre 1914 y 1918, otra de proporciones inenarrables además de la Revolución Rusa con sus cambios paradigmáticos en la concepción de la participación social de las mujeres, la Segunda Guerra Mundial, repitió la jugada. Concluida (la guerra, no la jugada), el capitalismo desarrollista, descolonizador y tecnológico al máximo, siguió necesitando «capital humano» cada día en mayor cantidad. ¡La mujer al trabajo! No sólo el capitalismo, por supuesto, sino el de estado invento del «mundo socialista».

La mariposa y su tenue batir de alas, elegante como el espíritu del progreso: aquí estamos. En el origen, no es dorado todo el fulgor. Conviene tenerlo en cuenta en esta causa femenina, para mirar adelante sin dejar de contar el precio…

Mirémonos como seres humanos en el espejo no tan lejano, y en el camino andado. Balances, balances, es menester seguir contando.

 

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