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La Comisión también se equivoca en sus pronósticos

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Escribe: Fernando Pescador, periodista en Bruselas

En tiempos de descrédito como los que vivimos la gente, que necesita certidumbres, suele abrazar creencias asombrosas. La de la Econometría parece ser una de ellas. Se trata, esta, de una ciencia que intenta desvelar el futuro económico que nos espera a partir de cálculos complejos sobre referencias del presente. La disciplina tiene diferentes sectas que la interpretan a su manera y no garantiza el acierto, pero ya se sabe desde la antigua Grecia que abrir ventanas al futuro es siempre problemático.

Nuestra sociedad, tan crítica con unas verdades reveladas, inclina mansamente la testuz ante otras que aterrizan por sorpresa sobre nuestros quehaceres cotidianos. Es el caso de las Previsiones Económicas de la Comisión europea, que esta semana ha vuelto a pintar un futuro siniestro para nuestro país en el corto plazo. El año que viene, han dicho desde Bruselas, el Producto Interior Bruto español va a caer un 1,4% y a la gente, aquí, se les han abierto las carnes porque el Gobierno, oficiante de esa misma fe econometra y en pretendida condición de sumo sacerdote, además, había anticipado que la caída sería mucho menor: del 0,5 por ciento. Políticos de esos que en nuestro país hay tantos, sindicalistas y profesionales del dinero, también del subsidio, se han lanzado al ruedo para criticar a diestra o siniestra las cifras de unos u otros.

Nadie, sin embargo, ha criticado a las fuentes, es decir a la fe econometra o, por mejor hablar, a la Econometría expresada en términos de fe o dogma. Porque, ¿son creíbles las Previsiones económicas de Bruselas, tal y como nos las presentan cada año? Por el enorme ruido que las acompaña siempre habría que decir que sí, pero es que no. Es que no dan ni una, oiga.

Me he tomado el trabajo de recopilar los documentos que la Comisión europea ha ido haciendo públicos a lo largo de los años, todos los otoños, con sus estimaciones sobre la evolución que habría de seguir la economía en los diferentes estados miembros. La estructura del capítulo del PIB, en esas Previsiones Económicas, es casi siempre la misma: presenta, primero, las cifras de los dos años precedentes (en algunos casos tres) al de la publicación de los datos. Son estas cifras que, a pesar de pertenecer al pasado, cambian a medida que las contabilidades nacionales consolidan sus propios números y se los pasan a la Dirección General de Economía del Ejecutivo comunitario. Vienen a continuación las“Estimaciones”, que son dos, una para el año de publicación de los datos y otra para el siguiente y, finalmente, las “Previsiones en caso de políticas económicas inalteradas”, que marcan una cifra para dos años después.

Con los números correspondientes a España les he construido la tabla que les adjunto. Todo está ahí: las “Estimaciones” y las “Previsiones”, desde otoño de 1994 hasta la fecha, expresadas en Volumen, (valores constantes), porque el PIB también se puede medir a precios de mercado, o a costo de los factores. En ellas se ve, por ejemplo, cómo para 2009, cuando la economía española cayó un 3,7%, la Comisión le vaticinaba a nuestro país un modesto descenso del PIB del-0,2% sólo un año antes.

No es el único desajuste constatado en esta secuencia. Para 2010, la Comisión le anunciaba a España un descenso del PIB del -0,8% y se quedó en el -0,3%. O en 1995, cuando el producto interior bruto español creció el 5%, a pesar de que la Comisión le pronosticaba un más modesto 2,8%.

Con estas cifras y las oficiales de crecimiento del PIB que ofrece Eurostat, el servicio estadístico de la UE, les he construido el segundo cuadro que les adjunto. En él se ve que las estimaciones de la Comisión y la evolución final de la economía española no han coincidido nunca en el periodo contemplado, es decir, desde 1994 hasta 2012. El primero de esos años sólo dos décimas de punto separaron la verdad anticipada por el Oráculo de la que constató la realidad cuando cumplió el tiempo. Otro tanto pasó en 2001 y en 2007 sólo una décima separó la previsión de la realidad.

Se observa, además, una clara tendencia en la Comisión a tirar por debajo en sus estimaciones sobre lo que va a suceder con el PIB español, salvo en 2008, cuando anunció un crecimiento del 3% que se quedó en el 0,9%.

A la Comisión le preocupa, naturalmente, la fiabilidad de sus predicciones. En el número 291 de los Economic Papers de la Dirección General de Economía (The track record of the Commission’s Forecast – an update, 10/2007), se señala que “el error en las predicciones del PIB para la UE en su conjunto, medidas por la ME (error medio) ha crecido desde 0,08 puntos porcentuales para el año corriente a 0,11 pp (mientras que) para el año siguiente la ME ha crecido marginalmente, al 0,34 desde 0,32 pp”. El ME para España el mismo año de la emisión de las previsiones está en el -0.20 y en el -0.13 para el siguiente, pero el MAE, el (error medio absoluto) está en el 0.55 (mismo año) y 0.79 (año siguiente).

¿Qué significa el párrafo anterior? Pues que la Econometría no es una ciencia exacta, entre otras razones porque la valoración subjetiva de quien trabaja con ella influye en el resultado que se presenta tanto o más que las cifras en sí.

Pero en España, donde hay infinidad de conversos a la nueva fe que generalmente vienen de Letras (como yo), a los números se les concede valores catárticos y la gente despotrica sobre ellos como si fueran nuevos dogmas de Solón.

No lo son. En ningún otro país de la Unión Europea se les concede tanta importancia.

 

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