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Las divas ya no se esconden

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Nora Olivé De Vega, estudiante de periodismo en la UAB.

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logo_pequeñoN.E. Es bueno, para conseguir la igualdad, practicar una comunicación transversal, entre hombres y mujeres, entre jóvenes y viejos, levantar la vista por encima de nuestras narices y observar que el mundo es polimorfo, donde coexisten seres humanos que intentan vivir sus vidas de formas diferentes.

Cuando hablamos y debatimos sobre igualdad de los hombres y mujeres en las empresas, en los Consejos de administración o en los Comités de dirección siempre sale el argumento de conseguirla mediante la carrera del talento, «deben estar en los puestos quienes más valen» afirman los partidarios de esta carrera del talento para el acceso a puestos de responsabilidad.

Hay muchos argumentos en oposición del anterior que tendremos pronto la oportunidad de exponer, ahora quedémonos con uno que nos parece bastante sencillo, ¿acaso alguien puede pensar que el hecho de que haya más Consejeros en las empresas del IBEX35, en proporción de una mujer por cada 8 hombres es cuestión de elección por el talento?

Nora Olivé, estudiante de primero de periodismo, nos ofrece un análisis limpio, oportuno y bien documentado sobre igualdad y feminismo en la industria de la música, contándonos hechos que, sin tanto glamour, también se dan en empresas de otros sectores, incluido el seguro.

Una crónica que merece la pena leer y que hace pensar, al menos a nosotros nos lo ha hecho.

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Nora OlivéEscribe: Nora Olivé De Vega, estudiante de periodismo en la UPF.

La importancia de las artistas femeninas que reivindican la igualdad es que llegan a un público amplio que necesita una nueva visión sobre el significado del concepto “feminista”

El concepto del feminismo ha sido probablemente uno de los que ha sufrido un cambio más radical en los últimos años, sobretodo en la industria de la música. Atrás quedan los cuatro gatos (o gatas) que se declaraban feministas y eran vistas con extrañeza o desaprobación por una sociedad que abogaba que “iban en contra de los hombres”.

Está claro que la definición del feminismo ha sido erróneamente interpretada durante años, pero parece que una nube de esperanza se cierne sobre la industria. Una tormenta decidida a sacudirlo todo planea sobre el machismo inherente en la sociedad mediática, y lleva el nombre de las artistas más famosas e influyentes del panorama musical. Lo que queda claro de momento (no para todos, siempre hay alguien que alza la ceja ante la igualdad) es la definición de este concepto, que por fin ve la luz con positividad, libre de los prejuicios anteriores. Beyoncé, una de las grandes figuras del pop y una de las pocas artistas feministas reconocidas durante décadas, lo dejaba bien claro en su actuación en los Video Music Awards en el verano de 2014: “FEMINISTA. La persona que cree en la igualdad social, política y económica entre sexos”.

En este sentido, el mundo de la música y el mundo de las artes en general ha sido tanto beneficioso como perjudicial para las mujeres. Por un lado, les ha servido como plataforma para crear polémica, levantar la voz y expresar sus pensamientos y opiniones. Por el otro, el patriarcado profundamente instaurado en la sociedad de masas ha intentado dictar la manera de actuar de estas mujeres durante años, oprimiendo sus derechos y libertades de manera inimaginable. Durante años, incluso las divas más poderosas han sentido la necesidad de negar y tachar de terrible el movimiento feminista. ¿La razón? Miedo a perder su trabajo, a sentirse rechazadas por las masas o por sus compañeros de profesión, a ser reducidas a “aquellas que odian a los hombres” por los medios de comunicación… Las explicaciones son numerosas y tienen raíces muy profundas, y no hace falta revolver un pasado que parece que cada vez queda más atrás. Al feminismo y su aceptación le queda un largo camino por recorrer, de eso no hay duda, pero no podemos obviar la clara evolución de éste como concepto tabú entre las artistas, hasta requisito casi imprescindible para llegar a ser una de las reinas y conquistar el panorama musical.

II Plan Mujer & Emprendimiento - Community of InsuranceLas líneas borrosas del sexismo

Si existe una cosa peor que la letra del hit del 2013 Blurred Lines, esa es su videoclip. Es el perfecto ejemplo de cosificación de la mujer: tres chicas paseándose con poca ropa (topless en la versión censurada) alrededor de tres hombre totalmente vestidos y con gafas de sol. Por si esto fuera poco, durante el clip el cantante, Robin Thicke, suelta frases como “sé que lo quieres”, y otras que implican que se trata de una situación sin total consentimiento.

“La peor canción de este o cualquier otro año”, así la describe Rob Sheffield en un artículo para la revista Rolling Stone. A pesar de las malas críticas, el mundo no estuvo de acuerdo: la canción acabó liderando una de las listas más importantes, la Billboard, Hot 100, durante 12 semanas. El problema de Blurred Lines no fue el hecho de que las mujeres enseñaran sus cuerpos. Aunque se trató de un acto de objetivación, lo que dañó la imagen del cantante fue la letra y la terrible connotación que se escondía detrás. De Thicke, no se ha vuelto a saber nada, aparte de la noticia sobre el divorcio que le pidió su mujer meses después.

De este desastre, después, salió algo bueno: un movimiento feminista empezó a desbordar las redes sociales a medida que miles de personas se unían a través de su común aversión hacia la canción y lo que su mensaje significaba. Fue un golpe duro para la industria musical que abrió los ojos a mucha gente y fue el detonante que hizo que muchos artistas alzaran sus voces sobre el feminismo. De hecho, del 2013 se puede decir que fue un buen año para el movimiento feminista en el mundo de la música, en el sentido en que se volvió más vocal que nunca.

Slut-shaming y juicios sin fundamento

Una de las cuestiones que más preocupa a los representantes del movimiento feminista es el slut-shaming, el hecho de tratar a una mujer de prostituta basándose en su vida sexual o comportamientos que, la gente asume, están asociados a la actividad sexual. El mundo de la música es cruel, y la sociedad no tarda en juzgar a las artistas, muchas veces a las más jóvenes, por la manera como visten, bailan, utilizan su cuerpo, etc. ¿Y por qué se relaciona con el sexismo? La razón es triste pero cierta: las mujeres serán constantemente juzgadas por un comportamiento que hace que los hombres sean aclamados.

Las mujeres más poderosas de la industria hablan a menudo de sus frustraciones debido a la manera en que muchas veces son tratadas por los medios de comunicación o incluso sus compañeros de profesión. La artista de rap Nicki Minaj en un especial de MTV decía que las expectativas a las que están sujetas las mujeres son imposibles de cumplir: “Cuando eres mujer, tienes que serlo todo. Debes ser guay, pero también dulce, sexy y amable… No puedo ser todas estas cosas a la vez, soy un ser humano”. Existe un estándar, un modelo de mujer, y cualquiera que no lo cumpla es rápidamente descartado por la industria.

Lo que las divas como Nicki Minaj o Beyoncé promueven es la aceptación de la mujer moderna, de hoy en día, como dueña de su cuerpo. En lugar de comparar los cuerpos de las mujeres, hay que conseguir el poder mediante la aceptación del tuyo mismo. Muchas veces los estigmas sobre la imagen corporal y la promiscuidad son promovidos por las mismas mujeres. Esto supone un gran problema cuando se proyecta a través de la música, que llega a millones de personas.

Un ejemplo claro de slut-shaming es la popular canción All About That Bass, de Meghan Trainor. Esta ha sido vista alrededor del mundo como un himno a la aceptación del propio cuerpo pero, ¿hasta qué punto una canción puede considerarse inspiradora cuando destroza la imagen de un grupo de mujeres para construir la de otras? En ciertos momentos de la canción, Trainor canta “nunca tendré una figura de palo, de silicona” y llega incluso a hablar de “estas delgadas prostitutas”. Es bueno tener una canción que alabe los cuerpos con curvas pero tener que insultar a mujeres de diferente constitución
para ello demuestra una gran falta de respeto y, a la vez, una inconsistencia en el mensaje de aceptación que la cantante pretende inculcar, volviéndolo contradictorio.

Los medios de comunicación son muchas veces los principales instigadores del slut-shaming. Cuando Miley Cyrus ofreció su famoso espectáculo de twerking acompañada de Robin Thicke en los MTV Video Music Awards 2013, la chica tuvo que afrontar duras críticas a través de los medios y las redes sociales. Un columnista del Washington Post, Clinton Yates, decía: “mientras que Cyrus ha sido condenada por restregarse con Thicke, muy poca crítica se le ha dirigido a él por su papel en la actuación”.

Cyrus no ha sido la única mujer afectada por el machismo que plaga la industria. La artista de rap Iggy Azalea tuvo que dejar de hacer crowd surfing (lanzarse al público) en sus conciertos debido a que algunos de los asistentes intentaban asaltarla sexualmente. Aparentemente, el vestuario que utilizaba en el escenario incitó a ciertas personas a sugerir via Twitter todo lo que le harían cuando fueran al concierto, y lo cumplieron. En una entrevista radiofónica con THE HOT 97 Morning Show, afirmó que como protección extra tenía que llevar tres capas de ropa interior y medias.

El feminismo no quiere permitir que se caiga de manera constante en los prejuicios que implican que una artista que lleva poca ropa se está vendiendo o está pidiendo que la asalten sexualmente. La guitarrista del grupo Warpaint en una entrevista en Abril de 2014 criticó a Beyoncé y Rihanna, divas del pop, por utilizar su sexualidad en las canciones y vídeos y las alarmas saltaron en internet. De entre sus respuestas se dirigía duramente a Beyoncé “cada canción de su último álbum la hace parecer una prostituta y ella no lo necesita”, cuando realmente la industria y el mundo sabe que su cuerpo siempre ha sido parte del espectáculo que ofrece la artista. La enrabiada que provocó en las redes sociales hizo que rápidamente tuviera que escribir una disculpa vía Facebook.

Y es que una artista y una mujer pueden utilizar su cuerpo de la manera que quiera y le sea conveniente, y el hecho de que sea juzgada por ser propietaria de sí misma da mucho que pensar. El problema del slut-shaming es que se ha convertido en una cosa normal del día a día en la cultura de masas, sobre todo con la llegada de las redes sociales, y es difícil encontrar a una mujer, famosa o no famosa, que no haya sido juzgada por explotar su feminidad en algún momento de su vida.

Las nuevas caras del feminismo

En la era musical que vivimos, y la sociedad de masas en general, está claro que el papel de las mujeres está cambiando. Atrás queden los intentos de esconder el cuerpo o reprimir la sexualidad. Estas mujeres son poderosas, más que muchos hombres, y no tienen miedo a hablar y expresarse ante la sociedad. Hasta cierto punto, la icónica actuación de Miley Cyrus en los VMAs del 2013, antes mencionada, fue el punto de partida de un feminismo moderno que está atacando las esferas más machistas haciéndolas recular. Cyrus y su evolución de estrella infantil de Disney a diva sexual de los medios ha sido un microcosmos de lo que está sucediendo con el papel femenino en la industria, especialmente en los últimos tres años. El rol de la mujer en este mundo está cambiando, ya no busca satisfacer a las masas en general, sino que se dirige a un público, en mayor parte joven y feminista, y clama “mi cuerpo me pertenece sólo a mí”.

El 2013 vio una llegada masiva de música de mujeres en todos los géneros: desde rap hasta pop, pasando por indie. La mayoría de estas se declaran feministas y se convierten en un icono para una multitud de chicas, sobre todo jóvenes, que por fin tienen una modelo a seguir de acuerdo con sus ideas. Uno de los papeles más destacados ha sido el de la joven Lorde, recientemente aparecida des de Nueva Zelanda. En un mundo donde celebrities como Katy Perry o Carrie Underwood, ídolos para muchas, se declaran no feministas, la llegada de esta nueva cantante y compositora, que con 17 años ya tiene un Grammy en su poder, resulta una fuente de esperanza. Su fama no ha hecho más que crecer desde la llegada de su single Royals, que la catapultó rápidamente al principio de las listas. Es joven pero tiene las cosas claras, y se encuentra con la misión de convertirse en una de los grandes iconos feministas del momento: “muchas chicas piensan que ser feminista significa no depilarse o quemar sujetadores u odiar a los chicos, pero todo esto parece de la edad de piedra”. Por cada Miley Cyrus que es juzgada por su comportamiento, existe un artista masculino que es aclamado por su promiscuidad. Gracias a Lorde, mujeres y chicas tienen un modelo a seguir que tiene la intención de realmente cambiar las cosas.

Y ella no es la única: a las nuevas caras del feminismo se une Taylor Swift, amiga cercana de Lorde. Swift es una de los ejemplos que demuestra que las cosas están cambiando: años antes se escondía del término “feminista”, decidiendo optar por la vía que muchas artistas tomaban entones. De mientras, era juzgada por sus relaciones y las letras de sus canciones: “Siempre hay gente que dice que solo escribo canciones sobre mis ex parejas, pero opino que es un ángulo muy machista de ver las cosas. Nadie dice lo mismo de Bruno Mars. Nadie dice esto de Ed Sheeran. Todos ellos escriben canciones sobre sus ex, sus parejas, su vida amorosa… y nadie levanta la bandera roja.” Ahora, se declara feminista de manera explícita y no solo eso, sino que utiliza su música para proclamar sus ideas. En una entrevista con The Guardian en 2014 decía “Cuando era adolescente, no entendía que ser feminista significa que deseas para mujeres y hombres los mismos derechos y oportunidades. La sociedad me hizo pensar que quería decir que odiaba a los hombres. Ahora creo que muchas mujeres han tenido un despertar feminista porque por fin saben lo que quiere decir esta palabra”. Siendo una de las mujeres más poderosas de la industria, y con 58 millones de seguidores en Twitter, de entre otras redes sociales, se dedicó a promocionar su nuevo videoclip, en el que aparecen numerosas celebrities del mundo del cine, televisión, música y modelaje en una especia de clip de acción y súper espías. Lo que tienen estas mujeres en común: activas defensoras de la igualdad de oportunidades y de justicia para mujeres y hombres en el mundo y en el poder de la comunicación para difundir nuevos valores.

¿Llega para quedarse?

Dirigidas por Beyoncé, la Queen B, que ha trabajado para dar a conocer la definición del feminismo durante años, cada vez más artistas se unen a un movimiento que se ha normalizado y ha dejado de ser un estigma para las mujeres. Poco a poco, éstas han salido del oscuro pozo que fue la época previa al 2013 para el feminismo, palabra que era casi innombrable en la industria, y ahora velan por la igualdad de derechos entre mujeres y hombres. Este cambio es bueno, y aunque existe un miedo entre los círculos feministas de que este cambio en el reino de la cultura musical sea algo pasajero, o una moda más, ciertamente existe la esperanza. Lo que estas nuevas feministas han de proyectar hacia las masas es la idea de que el hecho de serlo no es ningún accesorio o sinónimo de moda.

Necesitamos feminismo en la cultura musical por muchas razones, la principal de ellas es que es una de las principales vías para llegar a las chicas jóvenes, que son las primeras interesadas en conseguir la igualdad entre sexos, en un mundo en que las mujeres solamente cobran un 75% de lo que cobran los hombres. La importancia de un feminismo en expansión que llegue a todo el mundo afecta no solo el sueldo, sino las vidas diarias de millones de mujeres alrededor del mundo. Lo necesitamos porque los cuerpos de las cantantes, modelos, actrices, y cualquier mujer aún están siendo examinados con lupa. Porque en vez de enseñar a sus hijos a no ver a las mujeres como objetos sexuales, los padres aún deben repetir a sus hijas “vigila cuando vas sola por la calle de noche”. Porque aún existen campañas en contra del aborto y en contra de la mujer decidiendo sobre su vida y futuro. Porque la palabra “feminismo” está en la lista de palabras que deberían estar prohibidas en 2015 según la publicación Time. Lo necesitamos porque hay mujeres que aún no desconocen su verdadera definición y declaran de manera orgullosa que no lo necesitan. Ser feminista no significa creer que las mujeres son superiores en cualquier sentido, significa creer que son humanas y, como tal, equivalentes al hombre. Y tener en la cumbre de la cultura musical a un grupo de mujeres poderosas que no tienen miedo a admitirlo, significa un paso más en el camino a conseguirlo.

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